Arquitectura en Marruecos

Hace apenas unos días regresé de un viaje a Marruecos con la cabeza y el cuaderno llenos de apuntes. No sobre monumentos, ni sobre gastronomía —que también—, sino sobre arquitectura. Pero no de esa que se estudia en revistas o congresos, sino de la que se vive, se mantiene, se transmite y se adapta con el tiempo. La verdadera arquitectura. La que nace del lugar.

Mi mayor sorpresa me la llevé en un rincón llamado Ait Ben Haddou, un pequeño poblado fortificado (o ksar) al sur del país, entre Marrakech y el desierto, y declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Probablemente te suene por haber sido escenario de películas como Gladiator, La Momia o Juego de Tronos. Pero lo que me atrajo no fueron los decorados, sino su lección magistral de sostenibilidad constructiva.

Arquitectura que nace de la tierra

Desde lejos, el poblado parece emerger de la montaña. Y no es casualidad. Las construcciones siguen la topografía de forma orgánica, como si siempre hubieran estado ahí. En la primera imagen puedes ver de cerca los materiales que lo hacen posible: una base de piedra, bloques de adobe hechos a mano (una mezcla de barro, paja y agua), y una capa de acabado a base de arcilla, arena y fibra vegetal, que se renueva cada dos años por los propios habitantes.

En esta imágen muestra uno de esos muros, donde se aprecia claramente la textura del barro seco, la forma del ladrillo artesanal, y la sencillez con la que se resuelve todo: sin revestimientos industriales, sin artificios.

Aquí estoy sosteniendo uno de esos ladrillos de adobe. Es increíble la sensación que transmite: ligero, pero sólido; rugoso, pero preciso; frágil al tacto, pero tremendamente duradero cuando se combina con el conjunto.

Técnicas milenarias, eficiencia contemporánea

El adobe no es solo una elección estética o artesanal. Es, sobre todo, una solución climática. Los muros, de gran espesor, aíslan térmicamente y mantienen el interior con una temperatura sorprendentemente constante durante todo el año. Sin necesidad de sistemas mecánicos. La ventilación cruzada, sumada a la orientación inteligente de los huecos, garantiza una atmósfera fresca en verano y protegida en invierno. Algo que, si lo pensamos bien, nos habla de una verdadera arquitectura sostenible mucho antes de que se acuñara el término.

Vemos una fachada decorada con geometrías recortadas, que además de aportar belleza, permiten ventilar sin comprometer la privacidad ni la seguridad. La estética no está reñida con la funcionalidad, y eso es algo que aquí se entiende muy bien.

Aprovechar cada recurso: el agua, la sombra, el tiempo

En una zona donde apenas llueve, cada gota cuenta. Por eso, las cubiertas planas de las edificaciones se han diseñado para canalizar el agua hacia pequeños aljibes. El agua no fecal se reutiliza para regar pequeños huertos, cerrando un ciclo de consumo hídrico ejemplar.

Se aprecia el recorrido del agua sobre el plano inclinado de acceso, los canalones improvisados, y el propio diálogo entre edificación y terreno. Aquí, el diseño es práctica pura: sin ornamentos superfluos, cada decisión constructiva está cargada de sentido.

El interior: sobriedad, estructura y belleza

Entrar en una de estas casas es como retroceder siglos. En el mejor de los sentidos. Techos bajos, vigas de madera, pilares decorados con motivos geométricos… Todo elaborado con herramientas manuales y proporciones que nacen del uso, no de normativas.

Una columna de madera tallada da testimonio del cuidado y el detalle con que se elaboran estos elementos estructurales. No se trata solo de sostener, sino de dar carácter.

Ait Ben Haddou: cuando el pasado es el futuro

Este viaje ha sido más que un recorrido: ha sido una lección silenciosa. Una prueba de que la arquitectura sostenible no tiene por qué depender de tecnología avanzada ni de soluciones complejas. Puede surgir, simplemente, de mirar alrededor, entender el clima, respetar el entorno y trabajar con lo que se tiene al alcance. Como se ha hecho aquí durante siglos.

No se trata de idealizar el pasado, sino de reaprender de él. Ait Ben Haddou no es un modelo replicable en cualquier contexto, pero sí es un recordatorio poderoso: el diseño, la arquitectura, la construcción… pueden y deben nacer del lugar.

Y lo más importante: pueden hacerlo sin renunciar a la belleza.

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